Es muy fácil engañarnos con nuestras motivaciones. A mí me ha pasado. ¿Cómo podemos saber si nuestros motivos son puros?
La mejor forma es preguntarle a Dios para que El nos revele si nuestros motivos son erróneos y que examine nuestros pensamientos y nuestros hechos. Jesús nos dijo que hiciéramos buenas obras como la oración y dar al pobre en secreto, y ésta es una forma de asegurarnos de que estamos haciendo las cosas bien, porque deseamos la alabanza de Dios y no la alabanza de la gente. Si solamente somos obedientes a Dios cuando la gente nos está viendo, esto es señal de que algo anda mal. O, si evitamos pecados escandalosos que arruinarían nuestra reputación si se descubrieran, pero nos involucramos en pecados no tan públicos de los que nadie se enteraría, esto muestra que nuestra motivación es errónea. Si estamos verdaderamente tratando de complacer a Dios, quien conoce todos nuestros pensamientos, palabras y hechos, entonces tenemos que obedecerle todo el tiempo, en grandes y pequeñas cosas, las que se saben y las que no.
Similar a esto, si nuestros motivos son los correctos, no seguiremos los métodos para el crecimiento de la iglesia si sólo sirven para aumentar la audiencia de la iglesia sin formar discípulos que obedezcan todo lo que Jesús ordenó.
Enseñaremos todo lo que dice la Palabra de Dios y no nos enfocaremos sólo en temas populares que agradan al mundo y a la gente no espiritual.
No cambiaremos el significado de las Escrituras de Dios ni enseñaremos en una forma en que se viole su contexto dentro de la Biblia como un todo.
No buscaremos títulos y lugares especiales donde se nos brinde honor. No buscaremos el ser conocidos.
No proveeremos para los ricos.
No nos haremos tesoros sobre la tierra, sino que viviremos simplemente y daremos lo que podamos, dando un buen ejemplo de nuestra mayordomía ante la congregación.
Nos preocuparemos más por saber qué es lo que Dios piensa de nuestros sermones que lo que la gente piensa.
¿Cuáles son tus motivos?