La Necesidad de la Santidad

(The Necessity of Holiness)

¿Puede un creyente perder la vida eterna si peca? La respuesta se encuentra en muchas escrituras como la siguiente, la cual garantiza que aquellos que practican ciertos pecados no heredarán el Reino de los cielos. Si un creyente puede regresar a la práctica de los pecados que están en la siguiente lista de Pablo, entonces un creyente puede perder su salvación eterna:

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10, énfasis agregado).

“Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de los Cielos” (Gálatas 5:19-21, énfasis agregado).

“Sabéis esto, que ningún fornicario o inmundo o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de los cielos. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Efesios 5:5-6, énfasis agregado).

Nótese que en cada caso Pablo les escribe a los creyentes para advertirlos. Dos veces los advirtió a no ser engañados, indicando que estaba preocupado porque algunos creyentes pensaban que podían practicar los pecados escritos anteriormente y aún así heredar el Reino de los Cielos.

Jesús advirtió a sus discípulos más cercanos, Pedro, Santiago, Juan y Andrés de la posibilidad de ir al infierno si no estaban listos para Su venida. Nótese que las siguientes palabras eran dirigidas a ellos (ver Marcos 13:1-4), y no a la multitud de no creyentes:

“velad pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiera a qué hora el ladrón habría de venir, velaría y no lo dejaría entrar a su casa. Por tanto, también vosotros (Pedro, Santiago, Juan y Andrés) estad preparados, porque el hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis.

¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al que puso su señor sobre su casa para que les dé alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes lo pondrá. Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: “mi señor tarda en venir”, y comienza a golpear a sus consiervos y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en el día que éste no espera y a la hora que no sabe y lo castigará duramente y pondrá su parte con los hipócritas, allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 24:42-51, énfasis agregado).

¿La moraleja de la historia?, “Pedro, Santiago, Juan y Andrés, no sean como los siervos infieles de esta parábola”.[1]

Para afirmar lo que Él acababa de decir a sus cercanos discípulos, Jesús inmediatamente continuó con la parábola de las diez vírgenes. Todas las diez vírgenes estaban listas en un principio para la boda, pero cinco se descuidaron y fueron excluidas de la fiesta de bodas. Jesús terminó la parábola con las palabras, “velad pues, (Pedro, Santiago, Juan y Andrés) porque no sabéis el día ni la hora en que el hijo del hombre ha de venir” (Mateo 25:13). Esto quiere decir, “Pedro, Santiago, Juan y Andrés, no sean como las cinco vírgenes insensatas”. Si para estos discípulos no existiera la posibilidad de no estar preparados y velando, entonces Jesús no los hubiera advertido.

Jesús inmediatamente les dijo la parábola de los talentos. Con el mismo mensaje. “no seas como el siervo con un solo talento que no tuvo nada que mostrarle a su señor de lo que éste le había confiado”. Al final de esta parábola, el señor declara, “Y al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 25:30). Jesús no pudo dar su mensaje más claramente. Sólo un teólogo errado cambiaría su significado. Existía peligro de que al final Pedro, Santiago, Juan y Andrés fueran echados al infierno, si fueran desobedientes cuando Jesús regresara.

Si esta posibilidad existía para estos discípulos, entonces también existe para nosotros. Como Jesús lo prometió, sólo los que hacen la voluntad del Padre, entrarán al reino de los cielos (ver Mateo 7:21).[2]

Aquellos que enseñan una falsa doctrina de una salvación incondicional asegurada, trabajan en contra de Jesús y ayudan a Satanás, enseñando lo opuesto a lo que Jesús enseñó a sus apóstoles. Efectivamente, éstos anulan el mandamiento de hacer discípulos que obedezcan todo lo que Jesús ordenó, bloqueando la senda angosta que lleva al cielo, y ensanchando la senda ancha que lleva al infierno.[3]


[1] Increíblemente, algunos maestros dicen que Jesús no se dirigía a sus discípulos cercanos y que siervo infiel representaba a un creyente y que el lloro y crujir de dientes es un lugar en las puertas del cielo donde los creyentes infieles llorarán temporalmente por su falta de recompensas, hasta que Jesús limpie sus lágrimas y los reciba en el cielo.

[2] Por supuesto que, los cristianos que cometen un sólo pecado no pierden inmediatamente la salvación. Aquellos que piden perdón por sus pecados, Dios los perdonará (si también perdonan los pecados cometidos contra ellos). Aquellos que no piden perdón por los pecados, están en peligro de ser disciplinados por Dios. Sólo si endurecen sus corazones hacia la disciplina de Dios es que los creyentes están en peligro de perder su salvación.

[3] Aquellos que no creen que los cristianos pueden perder la salvación deberían de considerar los siguientes pasajes del Nuevo Testamento: Mateo 18:21-35; 24:4-5, 11-13, 23-26, 42-51; 25:1-30; Lucas 8:11-15; 11:24-28; 12:42-46; Juan 6:66-71; 8: 31-32,51; 15:1-6; Hechos 11:21-23; 14:21-21; Romanos 6:11-23; 8:21-14, 17; 11: 20-22; 1 Corintios 9:23-27; 10:1-21; 11:29-32; 15:1-2; 2 Corintios 1:24; 11:2-4; 12:21; 13:5; Gálatas 5:1-4; 6:7-9; Filipenses 2:12-16; 3:17-4:1; Colosenses 1:21-23; 2:4-8,18-19; 1 Tesalonicenses 3:1-8; 1 Timoteo 1:3-7, 18-20; 4:1-16; 5:5-6, 11-15; 6:9-12, 17-19, 20-21; 2 Timoteo 2:11-18; 3;13-15; Hebreos 2:1-3; 3:6-19; 4:1-16; 5:8-9; 6:4-9, 10-20; 10:19-39; 12:1-17, 25-29; Santiago 1:12-16; 4:4-10; 5:19-20; 2 Pedro 1:5-11; 2:1-22; 3:16-17; 1 Juan 2:15-2-28; 5:16; 2 Juan 6-9; Judas 20-21; Apocalipsis 2:7, 10-11, 17-26; 3:4-5, 8-12, 14-22; 21:7-8; 22:18-19. Los textos de prueba producidos por aquellos que enseñan la doctrina de la salvación eterna incondicional y segura, son Escrituras que simplemente enfatizan la fidelidad de Dios en la salvación, y no dicen nada acerca de nuestra responsabilidad. Luego entonces se deben interpretar armonizando con las escrituras que he citado. Sólo porque Dios promete su fidelidad hacia nosotros, no quiere decir que nosotros igualmente somos fieles a Él. El solo hecho de que yo le prometiera a mi esposa que nunca la iba a abandonar y que iba a cumplir esa promesa, no me garantiza que ella no me vaya a abandonar a mí.