Si la primera característica está escrita de primero, es porque ésta es la primera cualidad necesaria para heredar el cielo; tal vez la segunda cualidad también está escrita con un significado especial: “Bienaventurados los que lloran “(Mateo: 5:4). ¿Podría Jesús describir el arrepentimiento y remordimiento de corazón en este verso? Yo pienso que sí, especialmente cuando la Escritura habla claramente que la tristeza lleva al arrepentimiento que es tan necesario para la salvación (ver 2 Corintios 7:10). El recolector de impuestos angustiado, del que Jesús habló una vez es un ejemplo de este tipo de persona bienaventurada. Él humildemente inclinó su cabeza en el templo, golpeando su pecho y clamando por la misericordia de Dios. A diferencia del fariseo, que oraba recordándole a Dios orgullosamente que él diezmaba y ayunaba dos veces por semana, el recolector de impuestos salió de ese lugar libre de pecado. En esta historia, el recolector de impuestos fue bienaventurado; pero el fariseo no (ver Lucas 18:9-14). Yo sospecho que en la audiencia que rodeaba a Jesús había unos que por la convicción del Espíritu Santo, se sentían afligidos y tristes. Pero pronto serían confortados por el Espíritu Santo.
Si Jesús no estaba hablando de la aflicción inicial que tiene la persona que se arrepiente en el momento que viene a Cristo, quizás Él estaba describiendo el sufrimiento que tienen todos los verdaderos creyentes cuando continuamente se enfrentan al mundo que está en rebelión en contra de los que aman a Dios. Pablo expresó esto como “tristeza y continuo dolor en el corazón” (Romanos 9:2).