La cuarta característica, hambriento y sediento de justicia, describe el eterno deseo de justicia que Dios le ha dado a todas las personas que han nacido de nuevo verdaderamente. A él le preocupa toda la injusticia que hay en el mundo y le recuerda lo que hay en él. Él odia el pecado (ver Salmos 97:19; 119:128, 163) y ama la justicia.
Con mucha frecuencia, cuando leemos la palabra justicia en la Biblia, inmediatamente lo traducimos como “el estandarte legal de justicia designado a nosotros por Cristo”, pero esta palabra no siempre significa lo mismo. Muchas veces también esta palabra quiere decir, “la cualidad de vivir justamente basado en los estándares divinos”. Esto es naturalmente lo que quería decir Jesús en ese verso, porque no hay ninguna razón para que el cristiano esté hambriento por lo que ya posee. Aquellos que han nacido del Espíritu anhelan vivir justamente, y ellos tienen la seguridad de que “serán saciados” (Mateo 5:6), con la certidumbre de que Dios, por su gracia, completará la obra que comenzó en ellos (ver Filipenses 1:6).
Estas palabras de Jesús también anuncian el tiempo de la nueva tierra; una tierra “en que la justicia habita” (ver 2 Pedro 3:13). Entonces ya no habrá más pecado. Todos amarán a Dios con todo su corazón y amarán a su prójimo como a sí mismos. Nosotros que ahora tenemos hambre y sed de justicia, seremos saciados. Finalmente, nuestra oración que viene del corazón será completamente contestada “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la Tierra” (Mateo 6:10).