La quinta cualidad, la misericordia, también está en cada persona que ha nacido de nuevo y la posee naturalmente por la virtud de tener al Dios misericordioso viviendo dentro de ella. Aquellos que no poseen misericordia, no son bienaventurados por Dios y esto revela que ellos no son partícipes de su gracia. El apóstol Santiago dice: “Porque el juicio sin misericordia se hará con aquel que no haga misericordia” (Santiago 2:13). Si alguien está ante el juicio de Dios, y es juzgado sin misericordia, ¿a dónde cree usted que iría, al cielo o al infierno?[1] La respuesta es obvia.
Jesús una vez contó una historia de un siervo que había recibido gran misericordia de parte de su Maestro, pero que no estaba dispuesto a extender misericordia a sus consiervos. Cuando su maestro descubrió lo que había pasado, él “lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que debía” (Mateo 18:34). La deuda que ya había sido saldada volvió a él. Luego Jesús advirtió a sus discípulos, “Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:35). Por esto, el que se niega a perdonar a su hermano o hermana en Cristo que le haya pedido perdón, no será perdonado de sus pecados. Esto da como resultado que sea llevado a los verdugos hasta pagar todo lo que debe. Definitivamente esto no me suena como el paraíso. De nuevo les digo, la gente sin misericordia no recibirá misericordia de Dios. No están entre los bienaventurados.
[1] Curiosamente, el verso siguiente en el libro de Santiago es, “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿podrá su fe salvarlo? (Santiago 2:14).