La pregunta que naturalmente viene a la mente en respuesta a la declaración que Jesús dio en el 5:20 es ésta: ¿Qué tan justos exactamente eran los fariseos y escribas? La respuesta es: no muy santos.
En otra ocasión, Jesús se refirió a ellos cómo “sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27). Esto quiere decir que en apariencia eran santos, pero que por dentro estaban llenos de maldad. Hacían una gran labor al guardar la letra y la ley, pero ignoraban el espíritu de ésta, justificándose con frecuencia al torcer o alterar los mandamientos de Dios.
De hecho, la falla intrínseca de los escribas y fariseos es en lo que más se enfoca el Sermón del Monte declarado por Jesús. Encontramos que Él citó un número de mandamientos muy conocidos y después de cada uno, reveló la diferencia entre guardar la letra de la ley y el espíritu de ésta. Al hacer esto, Él repetidamente expuso la falsa enseñanza y la hipocresía de los fariseos y escribas y reveló sus verdaderas expectativas para sus discípulos.
Jesús comenzó cada ejemplo con las palabras, “Oísteis que te fue dicho”. Él le estaba hablando a gente que probablemente nunca había leído, pero sólo había escuchado el Antiguo Testamento leído por los escribas y fariseos en las sinagogas. Se podría decir que su audiencia había estado recibiendo una falsa enseñanza toda su vida, mientras que oían a los escribas y fariseos alterar los comentarios acerca de la Palabra de Dios y les veían vivir sin santidad.