Ámense los Unos a los Otros, No como los Escribas y Fariseos

(Love Each Other, Unlike the Scribes and Pharisees)

Al usar el sexto mandamiento como su primera referencia a este punto, Jesús empezó a enseñarles a sus discípulos las expectativas que Dios tenía para ellos, mientras que al mismo tiempo exponía la hipocresía de los fariseos y escribas.

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: “No matarás”, y cualquiera que mate será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano será culpable de juicio; y cualquiera que diga “necio” a su hermano, será culpable ante el Concilio; y cualquiera que le diga “fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:21-22).

Primero notemos que Jesús estaba dando una advertencia de algo por lo cual podríamos ir al infierno. Éste era otra vez, su tema principal: Sólo los santos heredarán el Reino de Dios.

Los escribas y los fariseos predicaban en contra del homicidio, citando el sexto mandamiento, aparentemente dando la advertencia de que el homicidio lo llevaría a uno a la corte.

Sin embargo, Jesús quería que sus discípulos conocieran lo que los escribas y fariseos aparentemente no entendían. Había muchas infracciones “menores” que lo podían llevar a uno a la corte, aparentemente a la corte divina. Debido a que es tan importante que nos amemos los unos a los otros (el segundo gran mandamiento), cuando nos enojamos con nuestro hermano, deberíamos considerar que podríamos ser hallados culpables ante la corte de Dios. Si con nuestras palabras mostramos nuestro enojo en una forma nada amable a nuestro hermano, nuestra falta es aún más grave, y deberíamos considerarnos culpables en la corte más alta de Dios. Y si vamos aún más allá, demostrando nuestro odio a nuestro hermano con nuestras palabras ofensivas, somos lo suficientemente culpables ante Dios como para ser enviados al fuego del infierno.[1] ¡Esto es muy serio!

Nuestra relación con Dios se basa en nuestra relación con nuestros hermanos. Si odiamos a un hermano, esto revelará que no poseeremos la vida eterna. Juan escribió:

“Todo aquel que odia a su hermano es homicida; y sabéis que ningún hombre homicida tiene vida eterna permanente el Él” (1 Juan 3:15).

“Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20).

¡Qué importante es que nos amemos los unos a los otros! Y cómo Jesús lo mandó, también hay que trabajar en la reconciliación cuando nos hemos ofendido mutuamente (ver Mateo 18:15-17).

Jesús continuó:

” Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano y entonces vuelve y presenta tu ofrenda” ( Mateo 5: 23-24).

Esto quiere decir que si nuestra relación con nuestro hermano no está bien, entonces nuestra relación con Dios tampoco está bien. Los fariseos fueron culpables en darle importancia a las cosas que eran menores y no ponerle atención a las cosas de mayor importancia, “Coláis el mosquito y tragáis el camello” como Jesús dijo (Mateo 23:23-24). Ellos enfatizaban la importancia de diezmar y dar ofrendas, pero rechazaban lo que era más importante, el segundo gran mandamiento, de amarnos unos a otros. ¡Cuán hipócrita es el que trae una ofrenda supuestamente para mostrar el amor que sentimos por Dios, mientras que violamos su segundo mandamiento más importante! Contra esto advertía Jesús.

Todavía hablando acerca de la corte de Dios, Jesús continuó:

“Ponte de acuerdo pronto con tu adversario, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante” (Mateo 5: 25-26).

Lo mejor es mantenerse fuera de la corte divina, viviendo en paz con nuestros hermanos en tanto sea posible. Si un hermano o hermana está enojado con nosotros y nosotros tercamente nos rehusamos a tener una reconciliación “en nuestro camino a la corte”, o sea en nuestro viaje a través de nuestra vida hasta llegar ante la presencia de Dios, ciertamente podemos arrepentirnos. Lo que Jesús dijo aquí es muy similar a la advertencia que Él hizo acerca de imitar al siervo que no tuvo perdón en Mateo 18:23-35. El siervo que fue perdonado pero que se rehusó a perdonar a los otros siervos, volvió a adquirir su deuda y fue llevado a los verdugos hasta que pagara lo que él debía (ver Mateo 18:34). Jesús aquí está advirtiendo otra vez acerca de las consecuencias eternas de no amar a nuestros hermanos como Él manda.


[1] Esto aplica a nuestra relación con nuestro hermano y hermana en Cristo. Jesús llamó a ciertos líderes religiosos Insensatos (ver Mateo 23:17) y la Escritura lo hace en general (ver Proverbios 1:7; 13:20).