No Odies a tus Enemigos, como lo Hacen los Escribas y Fariseos

(Don't Hate Your Enemies, as do the Scribes and Pharisees)

Finalmente, Jesús habló de un mandamiento dado por Dios, que los escribas y los fariseos habían alterado para acomodarlo a sus corazones llenos de odio.

“Oísteis que te fue dicho: “amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre los malos y buenos y llover sobre los justos e injustos. Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:43-48).

En el Antiguo Testamento, Dios había dicho, “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18), pero los escribas y los fariseos, muy convenientemente, habían determinado que su prójimo era sólo la gente que les amaba. Todos los demás eran enemigos, y ya que Dios dijo que amáramos a nuestro prójimo, debería ser apropiado el odio a nuestros enemigos. Sin embargo, de acuerdo con Jesús, esta no era del todo la intención de Dios.

Jesús enseñaría después en la historia del buen samaritano que nosotros deberíamos considerar a cada persona como nuestro prójimo.[1] Dios quiere que amemos a todos, incluyendo a nuestros enemigos. Éste es el estatuto de Dios para sus hijos, un estatuto por el cual Él mismo vive. Él manda sol y lluvia para las cosechas, no solamente sobre la gente buena, sino también sobre la gente mala. Deberíamos seguir su ejemplo, mostrando compasión por aquellos que no la merecen. Cuando lo hacemos, esto muestra que somos “hijos de nuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:45). La gente que sinceramente ha nacido de nuevo, actuará como su padre.

El amor que Dios espera que mostremos a nuestros enemigos no es una emoción o una aprobación de su debilidad. Dios no nos está pidiendo que fomentemos buenos sentimientos por aquellos que se nos oponen. Él no espera que digamos algo que no es verdad, que nuestros enemigos son realmente personas maravillosas. Pero Él espera de nosotros que tengamos misericordia hacia ellos y que tomemos acción intencionada hacia ese fin, al menos saludándolos y orando por ellos.

Note que una vez más Jesús está afirmando su tema principal, sólo los santos heredarán el reino de Dios. Él dijo a sus discípulos que si solamente amaban a aquellos que los amaban, ellos no eran mejores que los gentiles paganos y los recolectores de impuestos, dos clases de personas que los judíos considerarían como herederos del infierno. Era otra forma de decir que, aquellos que únicamente amaban a quienes les amaban a ellos, irían al infierno


[1] Fue un maestro judío de la ley, quien deseando justificarse a sí mismo, le preguntó a Jesús esto, “¿Quién es mi prójimo? De seguro, él ya tenía la respuesta correcta. Jesús le contestó con la historia del samaritano, un miembro de una raza odiada por los judíos, pero que probó ser el prójimo de un judío maltratado y robado (ver Lucas 10:25-37).