Jesús no sólo espera que sus seguidores sean santos, Él espera que sean santos por las razones correctas. Es factible obedecer los mandamientos de Dios y al mismo tiempo no complacerle, si nuestra obediencia procede de un motivo erróneo. Jesús condenó a los escribas y fariseos, porque sus buenas obras eran exclusivamente para impresionar a los otros (ver Mateo 23:5). Jesús espera que sus discípulos sean diferentes.
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos, de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagáis tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público” (Mateo 6:1-4).
Jesús esperaba que sus seguidores dieran limosnas a los pobres. La ley lo mandaba (ver Éxodo 23:11; Levítico 19:10; 23:22; 25:35; Deuteronomio 15:7-11), pero los escribas y los fariseos lo hacían con el tocar de la trompeta, aparentemente con el fin de llamar a los pobres a sus generosas distribuciones públicas. Ahora, ¿cuántos cristianos no le dan nada al pobre? Ni siquiera han llegado al punto de examinar los motivos para dar limosnas. Si el egoísmo motivó a los escribas y fariseos para anunciar sus limosnas, ¿qué es lo que motiva a los cristianos de hoy en día a ignorar el apuro del pobre? Si esto es así, ¿sobrepasará su justicia a la de los escribas y fariseos?
Como Pablo dijo en 1 Corintios 3:10-15, podemos hacer buenas cosas por los motivos erróneos. Si nuestros motivos no son puros, nuestras buenas obras no serán recompensadas. Según Pablo, es posible aún predicar el evangelio por las razones incorrectas (ver Filipenses 1:15-17). Como Jesús lo señaló, una buena forma de saber que las razones para dar limosna son puras, es dar tan secretamente como sea posible, impidiendo que nuestra izquierda sepa lo que hace la derecha. El ministro que hace discípulos, enseña a sus discípulos a dar al pobre (diciéndoles el porqué), y él también practica lo que predica.