Jesús también esperaba que sus seguidores oraran y ayunaran, no para que la gente los viera, sino para complacer a su Padre. De otro modo ellos no serían diferentes a los escribas y fariseos que iban camino al infierno y que ayunaban y oraban sólo para ganar las alabanzas de la gente, una recompensa temporal. Jesús exhortó a sus seguidores:
“Cuando ores, no seáis como los hipócritas porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que te ve en lo secreto, te recompensará en público”.
“Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino al Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público” ( Mateo 6:5-6; 1-18).
¿Cuántos que dicen ser cristianos no llevan una vida de oración ni han ayunado nunca?[1] De acuerdo a esto, ¿Cómo se compara su justicia con la de los escribas y fariseos que ayunaban y oraban (aunque por motivos erróneos)?
[1] Más adelante en el libro, he incluido un capítulo entero sobre el tema del ayuno.