Un Paréntesis en Relación a la Oración y el Perdón

(A Digression Regarding Prayer and Forgiveness)

Mientras estaba en el tema de la oración, Jesús hizo un paréntesis para ofrecer más instrucciones específicas a sus discípulos sobre cómo debían orar. Jesús quiere que nosotros oremos de tal forma que no insultemos a su Padre al negarle con nuestras oraciones lo que Él ya ha revelado sobre sí mismo. Por ejemplo, cómo Dios ya conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos (Él conoce todo.), no hay razón para orar con repeticiones sin sentido:

“Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:7-8).

Evidentemente, nuestras oraciones revelan qué tanto conocemos a Dios. Aquellos que le conocen como Él se revela en su Palabra, siempre orarán para que se haga su voluntad y para que Él sea glorificado. Su deseo más profundo es ser santos, y complacer a Dios. Esto se refleja en el modelo de oración de Jesús, lo que llamamos El Padre Nuestro, incluida de seguido en las instrucciones de Jesús a sus discípulos. Ésta oración revela sus expectativas para nuestras prioridades y devociones:[1]

“Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:7-11).

Lo que más le debe de importar a los discípulos de Cristo es que el nombre de Dios sea exaltado, que sea respetado, y tratado como santo.

Por supuesto que, aquellos que oran para que el nombre de Dios sea santificado, deben de ser santos ellos mismos, para honrar el nombre de Dios. De otro modo sería un acto hipócrita. Por esto, esta oración refleja nuestro deseo de que otros se sometan a Dios como nosotros lo hemos hecho.

La segunda petición de este modelo de oración es parecida: “venga tu Reino”. La idea de un Reino dice que debe haber un Rey que gobierne su reino. El discípulo cristiano ansía ver a su Rey, aquél que gobierna su vida, y que gobierna sobre toda la tierra. ¡Que cada uno se arrodille ante el Rey Jesús con una fe obediente!

La tercera petición se une a la primera y a la segunda: “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la Tierra”. De nuevo, ¿Cómo podemos sinceramente hacer esta oración, si no nos sometemos a la voluntad de Dios para nuestras vidas? El verdadero discípulo desea que la voluntad de Dios se haga en el cielo como en la tierra, perfecta y completa.

Que el nombre de Dios sea santificado, que se haga su voluntad, que su Reino venga, esto debe ser más importante para nosotros que las peticiones sobre nuestra comida, nuestro “pan de cada día”. Esta cuarta solicitud está en esa posición por una razón. Aún en sí misma, esta oración, refleja un orden correcto de nuestras prioridades, y no hay presencia de avaricia en ella. Los discípulos de Cristo sirven a Dios y no codician. No se concentran en hacer tesoros en la tierra.

Me gustaría también agregar que esta cuarta petición parece indicar que este modelo de oración se debe decir diariamente, al inicio de cada día.


[1] Desafortunadamente, algunos dicen que los cristianos no debemos decir esta oración porque no contiene la frase “en el nombre de Jesús”. Sin embargo, aplicado esta lógica, tendríamos que concluir que muchas oraciones de los apóstoles escritas en el libro de los Hechos o en las epístolas no eran “oraciones Cristianas”.