Aunque Juan era usado poderosamente por Dios y se hizo muy popular entre las multitudes él sabía que no se comparaba en nada a Jesús, y por eso él siempre exaltó al Señor:
“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” ( Mateo 3:11).
Como es de diferente el aprecio que tiene Juan por sí mismo, en contraste a la arrogancia que con mucha frecuencia se encuentra en los “ministros” de hoy en día. Las famosas revistas de ministerios contienen fotos de ellos en cada página, mientras que Jesús se menciona escasamente. Ellos desfilan como pavos reales a través de la plataforma de la iglesia, exaltándose a sí mismos en los ojos de sus seguidores. Ellos son intocables e inaccesibles, llenos de importancia únicamente para ellos mismos. Algunos inclusive le da órdenes a los ángeles y a Dios. Al contrario, Juan no se sentía digno de llevar el calzado de Jesús, lo que sería considerado como una acto de un esclavo. Juan no quería bautizar a Jesús cuando Jesús vino a él , y cuando se dio cuenta que Jesús era el Cristo, inmediatamente se dirigió a Él declarándole, ” Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” ( Juan 1:29). “Es necesario que Él crezca y que yo disminuya” ( Juan 3:30). Debemos ser humildes como Juan.
Ésta era la sexta cualidad de Juan que lo hizo ser el predicador favorito de Jesús: Juan se humillaba así mismo y exaltaba a Jesús. Él no tenía deseos de ser exaltado.