Los predicadores modernos frecuentemente hablan con generalidades ambiguas para no ofender a nadie. Qué fácil es predicar, ” Dios quiere que hagamos lo correcto”. Los falsos y verdaderos cristianos dirían “Amen” a tal predicación. Muchos predicadores encuentran muy fácil el hablar continuamente de los pecados escandalosos de este mundo, evitando mencionar los pecados parecidos a estos que se ven dentro de la iglesia. Por ejemplo, ellos, pueden hablar en contra de la pornografía, pero no mencionan las películas para adultos, los inmorales videos y DVDs que son vistos y también coleccionados por muchos de sus miembros. El miedo a los hombres les ha tendido una trampa.
Sin embargo, Juan no tuvo miedo de predicar en forma específica. Lucas nos dice:
“la gente le preguntaba diciendo: Entonces, ¿ qué haremos?. Respondiendo, les decía: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados y le dijeron: Maestro, ¿ qué haremos?. Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” ( Lucas 3:10-14).
Es muy interesante que cinco de las seis órdenes específicas que Juan dio, tienen algo que ver con dinero y con cosas materiales. Juan no tenía miedo de predicar acerca de una administración de los bienes pues esto se relaciona con una regla de oro y con el segundo gran mandamiento. Juan no esperó por muchos años hasta que los nuevos “creyentes” estuvieran listos para conceptos tan “pesados”. Él creía que era imposible servir a Dios y a las riquezas, y por esto la mayordomía y la administración eran de primera importancia desde el inicio.
Esto nos lleva a otro punto. Juan no corregía las cosas menores, como continuamente hablar de los códigos para vestir y otras cosas de la santidad que se relacionaban con la apariencia externa. Él se enfocó en las provisiones más importantes de la ley ( ver Mateo 23:23). Él sabía que los más importante era amar a nuestro prójimo como a sí mismo y tratar a los otros en la misma manera en que nos gustaría que nos trataran. Esto quiere decir, el compartir la comida y la ropa con aquellos que escasean de estas necesidades básicas, hablar honestamente con los otros, y ser felices con lo que tenemos.
Ésta es la sétima cualidad de Juan que quería Jesús: él predico sin generalidades ambiguas, sino que citó cosas específicas para que la gente complaciera a Dios, y aún cosas relacionadas a la mayordomía. Y él se enfocó en lo que era más importante.