Después del nuevo nacimiento, los cristianos pronto descubren que son gente con dos naturalezas, experimentando lo que Pablo llama la guerra entre “el espíritu y la carne”:
“Porque el deseo de la carne es contra el espíritu y el del espíritu contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais” (Gálatas 5:17).
El residuo de la vieja naturaleza pecadora que permanece en nosotros es lo que Pablo llama “la carne”. Estas dos naturalezas producen distintos deseos en nosotros, que si nos doblegan causan diferentes acciones y estilos de vida. Véase el contraste que Pablo hace entre las “obras de la carne” y “los frutos del Espíritu”:
“manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, inmoralidad sexual, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. En cuanto a esto os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el Reino de Dios. Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:19-23).
Naturalmente, es posible para los cristianos el obrar en la carne; de otra forma Pablo no los hubiera advertido acerca de que no heredarían el Reino de Dios si practicaban las obras de la carne. En su carta a los romanos, Pablo también escribió acerca de las dos naturalezas de los cristianos y advirtió sobre las mismas consecuencias para los que obraban en la carne:
“Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia. Así, que, hermanos deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si vivís conforme a la carne moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios” (Romanos 8:10,12-14, énfasis agregado).
Ésta es una clara advertencia a los cristianos. Vivir (que indicaría una práctica regular) de acuerdo a la carne da como resultado la muerte. Pablo debió estar advirtiendo acerca de la muerte espiritual, porque todos eventualmente morimos físicamente, aún los cristianos que están “haciendo morir las obras de la carne”.
Un cristiano puede caer temporalmente en uno de los pecados que Pablo mencionó; pero cuando un creyente peca, él se siente culpable y se espera que se arrepienta. Cualquiera que confiese sus pecados y le pida perdón a Dios, por supuesto que Dios le perdonará y limpiará (ver 1 Juan 1:9).
Cuando un cristiano peca, no quiere decir que ha quebrantado su relación con Dios—quiere decir que ha quebrantado su comunión. Él es todavía un hijo de Dios, pero ahora es un hijo de Dios desobediente. Si el creyente no confiesa su pecado, él se encontrará en una posición en la cual puede ser disciplinado por Dios.