Si en algún momento te das cuenta que deseas hacer cosas erróneas, entonces quiere decir que has experimentado “el deseo de la carne”. Sin duda también has descubierto que cuando eres tentado por la carne para hacer lo malo, algo dentro de ti se resiste a esa tentación. Este es “el deseo del Espíritu”. Y si reconoces el sentimiento de culpa dentro de ti cuando caes en la tentación, entonces reconoces la voz de tu espíritu, a la cual llamamos “conciencia”.
Dios sabía muy bien que nuestros deseos carnales nos tentarían a hacer lo malo. Sin embargo, esto no es una excusa para justificar la caída ante tales deseos. Dios todavía espera que actuemos en obediencia y santidad y que triunfemos sobre la naturaleza de la carne:
“Digo, pues: andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16).
No hay ninguna fórmula mágica para superar la carne. Pablo simplemente dijo que deberíamos “andar en el Espíritu” y “no satisfacer los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Ningún cristiano tiene más ventaja que otro en esta área. El caminar en el Espíritu es una simple decisión que debemos tomar, y nuestra devoción a Dios puede ser medida por el grado en el que le demos cabida a los deseos de la carne.
Relacionado a esto, Pablo escribió:
“Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).
Note que Pablo dice que aquellos que pertenecen a Cristo han crucificado la carne (tiempo pasado). Esto pasa cuando nos hemos arrepentido y hemos creído en el Señor Jesucristo. Nosotros crucificamos la naturaleza pecadora, decidiendo obedecer a Dios y resistiendo al pecado. Entonces ahora no se trata de crucificar la carne, sino de mantener la carne crucificada.
No siempre es fácil el mantener la carne crucificada, pero sí es posible. Si nosotros actuamos dirigidos por la persona que vive dentro de nosotros, en vez de ceder a los impulsos de la carne, entonces manifestaremos la vida de Cristo y caminaremos en santidad ante Él.