Hemos establecido como conclusión que las mujeres pueden servir como profetisas (si han sido llamadas por Dios). ¿Pero qué pasa con otro tipo de ministerios? Es maravilloso el leer la salutación de Pablo en Romanos 16 donde él alaba a un número de mujeres que servían en el ministerio por el bien del Reino de Dios. Una de ellas pudo haber sido apóstol. En la siguiente cita, he enfatizado los nombres de las mujeres:
“Os recomiendo, además, a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia en Cencrea. Recibidla en el Señor, como es digno de los santos, y ayudadla en cualquier cosa en que necesite de vosotros, porque ella ha ayudado a muchos y a mí mismo” (Romanos 16:1-2, énfasis agregado).
¡Qué respaldo! No sabemos con exactitud que ministerio tenía Febe, pero Pablo la llama “Sierva de la iglesia en Cencrea” y que ella “ha ayudado a muchos”, incluyendo a Pablo mismo. Sea lo que sea que ella hacía para el Señor, debió ser bastante importante para tener el respaldo de Pablo ante toda la iglesia de Roma.
A continuación leemos acerca de Priscila, quien junto con su esposo Aquila, tenían un ministerio tan importante, que eran apreciados por todas las iglesias de los gentiles:
“Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí, a los cuales no sólo yo doy las gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a toda la iglesia que se reúne en su casa. Saludad a Epeneto, amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo. Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros. Saludad a Andrónico y a Junias (o Junia como se traduce en la versión inglesa King James, en forma femenina), mis parientes y compañeros de prisiones. Ellos son muy estimados entre los apóstoles, y además creyeron en Cristo antes que yo” (Romanos 16:3-7, énfasis agregado).
Con relación a Junias, parece lógico el pensar que cuando una persona “es muy estimada entre los apóstoles”, puede que sea otro apóstol. Si la traducción correcta es Junia, entonces ella era una mujer apóstol. Priscila y María eran trabajadoras del Señor.
“Saludad a Amplias, amado mío en el Señor. Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús, y a Estaquis, amado mío. Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los de la familia de Aristóbulo. Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la familia de Narciso, los cuales están en el Señor. Saludad a Trifena y a Trifosa, que trabajan arduamente en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, que tanto ha trabajado en el Señor. Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre que lo es también mía. Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes, y a los hermanos que están con ellos. Saludad a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los santos que están con ellos” (Romanos 16:8-15, énfasis agregado).
Claramente, las mujeres pueden ser “trabajadoras” en el ministerio.