No es sino hasta que llegamos al tercer libro de la Biblia que encontramos mención específica del divorcio y el segundo matrimonio. Dentro de la ley de Moisés había una prohibición en contra de que los sacerdotes se casaran con mujeres divorciadas:
“Con una mujer ramera o infame no se casarán, ni con una mujer repudiada por su marido, porque el sacerdote está consagrado a su Dios” (Levítico 21:7).
En ninguna parte de la ley de Moisés hay una prohibición como la anterior que se dirija a todos los hombres de Israel. Además, el versículo citado implica, (1) que existían mujeres divorciadas en Israel y (2) que no había nada de malo en que los hombres que no eran sacerdotes se casaran con mujeres que habían estado previamente casadas. La ley citada aplica solamente a sacerdotes y a mujeres divorciadas que podrían casarse con sacerdotes. No había nada de malo en la ley de Moisés, que se refiriera al hecho de que una mujer divorciada se casara por segunda vez, en tanto no se casara con un sacerdote. Tampoco había nada de malo en que cualquier otro hombre, que no fuera un sacerdote, se casara con una mujer divorciada.
El sacerdote principal (tal vez como un tipo supremo de Cristo) requería vivir con estándares más altos que los sacerdotes regulares. A él no se le permitía casarse ni con una viuda. Leemos tan sólo unos versos después en Levítico:
“No tomará viuda, ni repudiada, ni infame ni ramera, sino que tomará de su pueblo una virgen como mujer” (Levítico21:14).
¿Nos prueba este verso que era pecado que todas las viudas de Israel se casaran de nuevo o que era pecado para todos los hombres de Israel el casarse con una viuda? No, ciertamente no. De hecho, este verso implica firmemente que no es pecado para ninguna viuda el casarse con cualquier hombre, mientras que este no fuera el sacerdote principal, y también implica con firmeza que a cualquier hombre menos al sacerdote principal, le era permitido casarse con una viuda. Otras escrituras afirman el derecho de un segundo matrimonio para las viudas (ver Romanos 7:2-3; 1Timoteo 5:14).
Este verso también nos dice, junto con el verso anterior, (Levítico 21:7) que no había nada de malo en que los hombres de Israel (con la excepción del sacerdote principal y los sacerdotes), se casaran con una mujer divorciada o inclusive con una mujer que no era virgen, “mancillada por prostitución”. Este verso también nos dice que, bajo la ley de Moisés, no había nada de malo en que una mujer divorciada se casara de nuevo o que una mujer “deshonrada por prostitución” se casara, con la única condición de que no se casara con un sacerdote. Con su gracia, Dios le dio a los fornicarios y a los divorciados otra oportunidad, aunque Él se opusiera fuertemente a la fornicación y al divorcio.