Se dice con frecuencia, “Pero si a la gente se le dice que es legítimo para ellos el casarse de nuevo luego de divorciarse por cualquier razón, esto los motivará a divorciarse por razones ilegítimas”. Yo supongo que esto puede ser verdad en ciertos casos de gente religiosa que no desea verdaderamente agradar a Dios, pero el tratar de impedir que la gente, que no está sometida a Dios, cometa pecado es un ejercicio un tanto inútil. Sin embargo, la gente que se somete a Dios de todo su corazón, no busca la manera de pecar. Más bien tratan de agradar a Dios, y este tipo de gente con frecuencia tiene matrimonios fuertes. Además, parece que Dios no estaba muy preocupado porque la gente bajo el antiguo pacto se divorciara por razones ilegítimas al gozar de una generosa ley acerca del segundo matrimonio, porque Él le dio a Israel una ley generosa acerca de casarse nuevamente.
¿Deberíamos acaso evitar decirle a la gente que la voluntad de Dios es perdonarles cualquier pecado, por temor a que ellos sean motivados a pecar al saber que el perdón está disponible? Si esto fuera así, deberíamos dejar de predicar el evangelio. De nuevo, todo se reduce a la condición del corazón de las personas. Aquellos que aman a Dios quieren obedecerle. Yo sé muy bien que el perdón de Dios está disponible para mí, si yo lo pido, sin importar el pecado que haya cometido. Pero esto no me motiva del todo a pecar, porque yo amo a Dios y he nacido de nuevo. He sido transformado por la gracia de Dios. Quiero complacerle.
Dios sabe que no hay necesidad de agregar más consecuencias negativas a las muchas inevitables y negativas consecuencias del divorcio, esto con el fin de motivar a las personas a que permanezcan casadas. Decirle a la gente que tiene matrimonios problemáticos que es mejor que ellos no se divorcien porque no se les permitiría casarse de nuevo, les da poca motivación para seguir casados. Aun si creen esto, el prospecto de una vida de soltería, les parecerá como un paraíso comparado con una vida marital de continua miseria.