La fe bíblica no opera en nuestras mentes, sino en nuestros corazones. Pablo escribió, “Porque con el corazón se cree” (Romanos 10:10a). Jesús dijo,
“Cualquiera que diga a este monte: “quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho” (Marcos 11:23, énfasis agregado).
Es muy posible tener dudas en nuestra mente y aun así tener fe en nuestro corazón y recibir lo que Dios ha prometido. De hecho, cuando nos esforzamos por creer las promesas de Dios, nuestras mentes, influenciadas por nuestros sentidos físicos y por las mentiras de Satanás, serán atacadas por dudas. Durante esos momentos necesitamos sustituir los pensamientos de duda por las promesas de Dios y aferrarnos a la fe sin desfallecer.