Hemos notado cuando leemos los evangelios que había momentos cuando Jesús poseía un conocimiento sobrenatural y otras veces cuando no lo poseía. De hecho, Jesús frecuentemente hacía preguntas para obtener información.
Por ejemplo, Él le dijo a la mujer cerca del pozo de Samaria que ella había tenido cinco maridos y que estaba viviendo con un hombre que no era su marido (ver Juan 4:17-18). ¿Cómo sabía Jesús esto? ¿Era porque Él era Dios y Dios lo sabe todo? No, si este fuera el caso, Jesús hubiera demostrado esta habilidad constantemente. Aunque Él era Dios, y Dios sabe todo, Jesús se despojó de sí mismo de su omnisciencia cuando se hizo hombre. Jesús sabía acerca de la historia marital de esa mujer debido a que el Espíritu Santo le llenó en ese momento con el don de “palabra de conocimiento” (1 Corintios 12:8), el cual es la habilidad sobrenatural de saber algo acerca del pasado o el presente. (Estudiaremos con más detalle este tema de los dones del Espíritu en el próximo capítulo).
¿Sabía Jesús todas las cosas todo el tiempo? No. Cuando la mujer con el sangrado tocó el manto de Jesús, Él sintió el poder de sanidad saliendo de Él, y preguntó, “¿Quién ha tocado mis vestidos?” (Marcos 5:30b). Cuando Jesús vio un árbol de higos a la distancia en Marcos 11:13, “fue a ver si hallaba algo”.
¿Por qué Jesús no sabía quién lo había tocado? ¿Por qué no sabía si había higos en la higuera? Porque Jesús estaba obrando como un hombre ungido por el Espíritu Santo con dones del Espíritu. Los dones del Espíritu operan según su voluntad (ver 1 Corintios 12:11; Hebreos 2:4). Jesús no sabía las cosas sobrenaturalmente a menos que fuera la voluntad del Espíritu Santo el darle el don de “palabra de conocimiento”.
Esto mismo era verdadero en el ministerio de sanidad de Jesús. La Escritura deja claro que Jesús no podía sanar a cualquiera en cualquier momento. Por ejemplo, leemos en el evangelio de Marcos que cuando Jesús visitó su tierra de Nazaret, Él no fue capaz de hacer todo lo que quería hacer.
“Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y lo seguían los discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndolo, se admiraban y preguntaban: ¿De donde saca este estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de Él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa. No pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la, incredulidad de ellos” (Marcos 6:1-6, énfasis agregado).
Note que Marcos no dijo que Jesús no hizo milagros allí, sino que no pudo. ¿Por qué? Porque la gente de Nazaret era incrédula. Ellos no recibieron a Jesús como el ungido Hijo de Dios, sino como el hijo de un carpintero local. Así como Jesús lo dijo, “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa” (Marcos 6:4). Como resultado, lo más que Él pudo hacer fue sanar a unos pocos “con dolencias menores” (como se dice en otra versión). Seguramente, si había un lugar donde Jesús hubiera querido hacer milagros y sanar dramáticamente a la gente, ese lugar sería la tierra donde Él vivió casi toda su vida. Sin embargo, la Biblia dice que no pudo.