Las siguientes palabras de Jesús en Nazaret hacia la gente revelan que también estaba limitado por la voluntad del Espíritu Santo para manifestar en Él el “don de sanidad”:
“Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y hubo una gran hambre en toda la tierra. Pero a ninguna de ellas fue enviando Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio” (Lucas 4:25-27).
El mensaje de Jesús era que Elías no podía multiplicar la harina y el aceite para sustentar a cualquier viuda que él deseara durante los tres años y medio de hambre en Israel (ver 1 Reyes 17:9-16). Aunque había numerosas viudas sufriendo en Israel en ese tiempo, el Espíritu ungió a Elías para ayudar a una sola viuda que ni siquiera era israelita. Del mismo modo, Eliseo no podía limpiar a cualquier leproso que él quisiera. Esto se comprueba por el hecho de que había muchos leprosos en Israel cuando Naamán fue limpio. Si hubiera sido meramente su propia decisión, Eliseo, naturalmente, hubiera limpiado a sus compañeros israelitas que estaban leprosos antes que a Naamán, un adorador de ídolos. (ver 2 Reyes 5:1-14).
Ambos, Elías y Eliseo eran profetas, hombres ungidos por el Espíritu Santo, que eran usados con varios dones del Espíritu y por la voluntad del Espíritu. ¿Por qué Dios no mandó a Elías a otras viudas? No lo sé. ¿Por qué Dios no usó a Eliseo para que sanara a otros leprosos? No lo sé. Nadie lo sabe, sólo Dios.
Sin embargo, estas dos historias conocidas del Antiguo Testamento no prueban que no era la voluntad de Dios el proveer las necesidades de cada viuda y sanar a cada leproso. La gente de Israel pudo haber traído fin a su hambre en el tiempo de Elías si ellos y su malvado rey se hubieran arrepentido de sus pecados. El hambre era una forma de juicio de parte de Dios. Y todos los leprosos de Israel pudieron haber sido sanos al obedecer y creer en las palabras del Pacto que Dios les había dado, el cual, como ya lo hemos visto, incluía la sanidad física.
Jesús reveló a su audiencia en Nazaret que Él estaba bajo las mismas limitaciones que tuvieron Elías y Eliseo. Por alguna razón, el Espíritu Santo no le dio a Jesús “el don de sanidad” en Nazaret. Este hecho, unido a la incredulidad de la gente de Nazaret, dio como resultado sólo milagros menores de Jesús en su tierra.