“Cantad a Jehová cántico nuevo, porque ha hecho maravillas” (Salmos 98:1a, énfasis agregado).
No hay nada malo en cantar canciones viejas a menos que se convierta en un ritual, por lo cual necesitaríamos un nuevo canto que venga de nuestro corazón. En el Nuevo Testamento, aprendemos que el Espíritu Santo nos ayuda a componer nuevas canciones:
“La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros. Enseñaos y exhortaos unos a otros con toda sabiduría. Cantad con gracia en vuestros corazones al Señor, con Salmos, himnos y cánticos espirituales.” (Colosenses 3:16).
“No os embriaguéis con vino en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con Salmos, con himnos y con cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Señor y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:18-20).
Pablo escribió que nosotros deberíamos cantar salmos, himnos y cánticos espirituales. Hay diferencia entre estos tres. Un estudio de las palabras originales en griego no ofrece mucha ayuda, pero quizá “salmos” se refiera al canto de salmos bíblicos acompañado por instrumentos musicales. “Himnos” pueden ser canciones corrientes de acción de gracias compuestas por varios creyentes en las iglesias. “Cánticos espirituales” eran probablemente canciones espontáneas dadas por el Espíritu Santo similares al don de profecía, con la excepción de que la letra sería cantada.
La alabanza y la adoración deben ser parte de nuestra vida diaria, y no sólo algo que hacemos cuando nos reunimos en la iglesia. Cada día podemos ministrar al Señor y experimentar una relación más cercana con Él.