Los padres cristianos deben darse cuenta que tienen la responsabilidad de formar a sus hijos, como lo leemos en Proverbios 22:6: “instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (énfasis agregado).
El instruir incluye el castigo por la desobediencia y la recompensa por la buena conducta. Los hijos necesitan ser frecuentemente alabados por sus padres para reforzar su buen comportamiento y características deseables. Los hijos deben saber con frecuencia que son amados, aceptados y apreciados por sus padres. Los padres pueden mostrar su amor por medio de alabanzas, abrazos, besos y del tiempo que pasan con ellos.
El “formar o entrenar” quiere decir “hacerlos obedecer”. Por lo tanto los padres cristianos no deben darle la alternativa a sus hijos de si quieren o no ir a la iglesia u orar diariamente. Los hijos no son los suficientemente responsables para saber qué es lo mejor para ellos, y por esto Dios les dio a sus padres. A los padres que invierten su esfuerzo y energía para ver a sus hijos entrenados apropiadamente, Dios les promete que sus hijos no se van a alejar del camino correcto cuando sean viejos, como lo acabamos de leer en Proverbios 22:6.
A los hijos se les debe dar mayores responsabilidades de acuerdo a su edad. La meta de la paternidad efectiva es preparar gradualmente a sus hijos para las responsabilidades de la vida adulta. Conforme crecen los hijos, se les debe dar más libertad para tomar sus propias decisiones. Además, el adolescente debe entender que acepta las consecuencias de sus decisiones y que sus padres no siempre van a estar ahí para “sacarlo” de sus problemas.