1). No exaspere a sus hijos (ver Efesios 6:4). Sus hijos no pueden actuar como adultos. Si usted espera mucho de ellos, ya no querrán complacerte, sabiendo que es imposible.
2). No compares a tus hijos con otros niños. Déjales saber cuánto aprecias sus cualidades únicas y dones de Dios.
3). Déles responsabilidades en su casa para que ellos sepan que son parte importante de la unidad familiar. Los logros construyen un auto-estima saludable.
4). Pase tiempo con sus hijos. Eso les hace saber que son importantes para ti. El darles cosas materiales no sustituye el darte a ellos. Más aún, los hijos son influenciados por las personas que pasan más tiempo con ellos.
5). Si tienes que decir algo negativo, trata de decirlo en una forma positiva. Yo nunca les dije a mis hijos que eran “malos” cuando me desobedecían. Al contrario, le decía a mi hijo, “eres un buen chico y los chicos buenos no hacen lo que acabas de hacer” (y seguidamente le castigaba).
6). Explique que la palabra “no” significa “me preocupo por ti”. Cuando los hijos siempre hacen lo que quieren, por instinto saben que tú no te preocupas lo suficiente como para detenerlos.
7). Espera que tus hijos te imiten. Los hijos aprenden del ejemplo de sus padres. Un padre sabio nunca le dice a un hijo, “Has como yo digo, no como yo hago”.
8). No ayude a sus hijos en todos sus problemas. Sólo ayúdelos a mover las piedras grandes; deje que las piedras pequeñas permanezcan en sus caminos.
9). Sirve a Dios con todas tus fuerzas. He notado que los hijos de padres que no son espiritualmente activos, rara vez continúan sirviendo a Dios cuando son adultos. Los hijos cristianos de padres no cristianos y los hijos de padres que son verdaderamente comprometidos con Dios normalmente continúan sirviendo a Dios cuando “dejan su casa”.
10). Instruya a sus Hijos en la Palabra de Dios. Los padres con frecuencia le dan prioridad a la educación de sus hijos pero fallan en darles la más importante educación que ellos pueden tener, una educación de la Biblia.