En el capítulo veintiuno del libro de los Hechos, encontramos dos incidentes que son la respuesta a esa pregunta. El primer ejemplo es cuando Pablo llega al Mediterráneo, puerto de la ciudad de Tiro:
“Hallamos a los discípulos y nos quedamos allí siete días; y ellos, por el Espíritu, decían a Pablo que no subiera a Jerusalén” (Hechos 21:4).
Debido a lo que dice este verso, algunas personas dicen que Pablo desobedeció a Dios al continuar en su camino a Jerusalén. Sin embargo, a la luz del resto de la información que se nos da en el libro de los Hechos, no podemos afirmar esa conclusión. Esto se hace más claro al progresar en la historia.
Aparentemente, loas discípulos en Tiro eran espiritualmente sensibles y discernían los problemas que le esperaban a Pablo en Jerusalén. Ellos consecuentemente trataron de convencerlo de no ir a Jerusalén. La traducción “William” del Nuevo Testamento nos explica esto, pues lo traduce: “Debido a las impresiones hechas por el Espíritu ellos seguían advirtiendo a Pablo diciéndole que no pusiera un pie en Jerusalén”
Sin embargo, los discípulos en Tiro no tuvieron éxito, porque Pablo continuó su viaje a Jerusalén sabiendo lo que le habían advertido.
Esto nos muestra que tenemos que ser muy cuidadosos al no agregar nuestra interpretación a la revelación que recibimos en nuestro espíritu. Pablo sabía muy bien los problemas que le esperaban en Jerusalén, pero sabía que era la voluntad de Dios que fuera a este viaje. Si Dios nos revela algo por su Espíritu Santo, esto no necesariamente quiere decir que nosotros tenemos que ir y decirlo, y también tenemos que ser cuidadosos de no agregar nuestra propia interpretación a lo que el Espíritu ha revelado.