La siguiente parada en el viaje de Pablo hacia Jerusalén fue en el puerto de la ciudad de Cesarea:
“Mientras nosotros permanecíamos allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien, viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles” (Hechos 21:10-11).
Aquí hay otro ejemplo del Espíritu Santo testificando a Pablo acerca de las aflicciones que le estaban esperando en Jerusalén. Pero note que Agabo no dijo, “Por lo tanto, dice el Señor que no vayas a Jerusalén”. No, Dios esta llevando a Pablo a Jerusalén y simplemente lo estaba preparando por medio de la profecía de Agabo acerca de los problemas que le esperaban. Note que la profecía de Agabo sólo confirmaba lo que Pablo ya sabía en su espíritu unos meses antes. Nunca debemos de guiarnos por una profecía. Si la profecía no confirma lo que ya sabemos, no debemos de seguirla.
La profecía de Agabo es lo que podemos considerar como una “guía espectacular”, porque fue más allá de lo que Pablo sabía en su espíritu. Cuando Dios da una “guía espectacular”, como una visión o escuchar una voz audible, usualmente se debe a que Dios conoce que nuestro camino no va a ser fácil. Necesitamos de una gran seguridad la cual se encuentra en la guía espectacular. En el caso de Pablo, iba a ser casi asesinado por una turba e iba a pasar mucho tiempo en la cárcel antes de su viaje a Roma como prisionero. Sin embargo, debido a la guía espectacular que recibió, pudo mantenerse en perfecta paz en todo su viaje, sabiendo que el resultado sería favorable.
Si no recibes una guía espectacular, no debes de preocuparte porque si la necesitas, Dios te la dará. Sin embargo, siempre debemos ser sensibles para ser guiados por lo que el Espíritu nos dice.