José, quien misericordiosamente perdonó a sus hermanos que le habían vendido como esclavo, es usado como ejemplo de cómo debemos perdonar a cualquiera y a todos los que pecan contra nosotros, sin importar si el perdón ha sido solicitado o no. Pero, ¿es eso lo que la historia de José nos enseña? No, no es así.
José puso a sus hermanos a prueba por lo menos durante un año para traerlos al arrepentimiento. Inclusive encarceló a uno de sus hermanos por varios meses en Egipto (ver Génesis 42:24). Cuando sus hermanos finalmente reconocieron su culpa (ver Génesis 42:21; 44:16), José supo que ellos ya no eran los mismos hombres celosos y egoístas que lo habían vendido como esclavo. No fue sino hasta ese momento que José reveló su identidad y habló palabras misericordiosas a aquellos que habían pecado contra él. Si José les hubiera “perdonado” inmediatamente, nunca se hubieran arrepentido. Y esa es una de las fallas del “perdón instantáneo para todo mundo”, un mensaje que se enseña hoy en día. El perdonar a nuestros hermanos que han pecado contra nosotros sin confrontación resulta en dos cosas: (1) un perdón falso que no trae reconciliación, y (2) ofensores que no se arrepienten y que por lo tanto no crecen espiritualmente.