Aunque los cuatro pasos de reconciliación dados por Jesús son bastante simples de entender, pueden ser muy difíciles a la hora de la práctica. Cuando Jesús presentó estos cuatro pasos Él lo hizo desde la perspectiva de cuando un hermano A está convencido y seguro de que el hermano B ha pecado contra él. Sin embargo, el hermano A puede en realidad estar equivocado. Así que imaginemos una situación en donde cada caso posible es considerado.
Si el hermano A está convencido de que el hermano B ha pecado contra él, él debe asegurarse de que no está siendo exageradamente crítico, viendo la paja en el ojo del hermano B. Debemos ignorar muchas ofensas menores y extender la misericordia (ver Mateo 7:3-5). Sin embargo, si el hermano A tiene algún resentimiento contra el hermano B por una ofensa mayor, debe confrontarlo.
Debe hacerlo en privado, obedeciendo la orden de Jesús, demostrando su amor por el hermano B. Su motivación debe de ser el amor y su meta la reconciliación. No le debe decir a nadie más acerca de esa ofensa. “El amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). Si amamos a alguien, no hablaremos de sus pecados; los ocultaremos.
La confrontación debe de ser gentil, demostrando amor. Hay que decir algo como, “hermano B, realmente valoro nuestra amistad, pero ha pasado algo que ha creado una división en mi corazón contra ti. No quiero que esa división esté ahí, por lo cual debo decirte el porqué yo siento que has pecado contra mí y así poder reconciliarnos. Y si yo he hecho algo que ha contribuido a este problema, quiero que me lo digas”. Luego, gentilmente hay que explicarle al hermano B la naturaleza de su ofensa.
En la mayoría de los casos, el hermano B ni siquiera se había enterado que había ofendido al hermano A, y tan pronto como lo sabe, pedirá perdón. Si esto es lo que pasa, el hermano A debe inmediatamente perdonar al hermano B. Y así se habrá dado la reconciliación.
Otro posible escenario puede ser que el hermano B trate de justificar su pecado en contra del hermano A al decirle que él sólo estaba reaccionando en contra de la ofensa que el hermano A le había hecho anteriormente. Si este es el caso, el hermano B debió haber confrontado al hermano A desde antes. Pero por lo menos ahora existe el diálogo y la esperanza de una reconciliación.
En tales casos, las partes ofendidas deben discutir lo que pasó, admitiendo sus faltas al grado de que cada uno acepte su culpa y después ofrecer y recibir el perdón mutuo. De esta forma la reconciliación tiene lugar.
Un tercer escenario sería que el hermano A y el hermano B no sean capaces de reconciliarse. En este caso ellos deben de buscar ayuda y es tiempo de seguir con el segundo paso que nos dio Jesús.