Lo mejor sería si el hermano A y el hermano B acordaran sobre quién les servirá de testigo para lograr su reconciliación. Preferiblemente el hermano C y D deben conocer y amar a los hermanos A y B para asegurar imparcialidad. Y sólo los hermanos C y D deben saber acerca de la disputa por amor y respeto a los hermanos A y B.
Si el hermano B no coopera en este punto, el hermano A deberá buscar otros dos que le ayuden.
Si los hermanos C y D son sabios, no harán ningún juicio hasta que ellos hayan escuchando los puntos de vista de los hermanos A y B. Una vez que los hermanos C y D hayan rendido juicio, los hermanos A y B deben someterse a su decisión y pedir las disculpas y restituir lo necesario, según lo recomendado para uno de ellos o para ambos.
Los hermanos C y D no deben tratar de parecer más imparciales ni tomar un menor riesgo personal al recomendar a los dos hermanos A y B que se arrepientan cuando sólo uno de los hermanos debe hacerlo. Los hermanos C y D deben saber que si el hermano A o el hermano B no acepta su juicio, se apelará frente a toda la iglesia y su juicio cobarde será evidente a todos. La tentación que podrían experimentar los hermanos C y D al tratar de mantener la amistad con A y B comprometiendo la verdad es una buena razón del porqué dos jueces son mejores que uno, pues se pueden fortalecer el uno al otro para decir la verdad. Más aún, su decisión llevará más peso ante los hermanos A y B.