Otro problema común de las iglesias institucionales es que con frecuencia estas iglesias están llenas de gente que asiste sólo por el espectáculo, que no cree en la justificación de sus acciones ante los demás hermanos, porque sus relaciones son puramente sociales y no espirituales. Por esto nadie, y mucho menos los pastores, tiene idea del estilo de vida de sus miembros y aquellos que viven sin santidad traen oprobio a la iglesia. Por lo tanto, los que no asisten a las iglesias juzgan a estos creyentes al decir que no hay diferencia entre ellos y los inconversos.
Esto nos da suficientes pruebas para decir que la estructura de las iglesias institucionales no es la intención de Dios para su iglesia santa. Los impíos y la gente hipócrita siempre se están escondiendo en las grandes iglesias institucionales trayendo ignominia a Cristo. Sin embargo, por lo que hemos leído en Mateo 18 15:17, Jesús claramente tenía la intención de que su iglesia consistiera de gente santa, que fueran miembros comprometidos de un cuerpo sin mancha. El mundo miraría a la iglesia como a una novia pura. Sin embargo, hoy el mundo ve a una iglesia que es infiel a su esposo.
La divina intención purificadora de la iglesia es evidente cuando Pablo habla acerca de una situación crítica en la iglesia de los Corintios. Un miembro de la iglesia estaba viviendo en una relación de adulterio con su madrastra:
“Se ha sabido que hay entre vosotros fornicación, y fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles a tal extremo que alguno tiene a la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien lamentarlo y haber quitado de en medio de vosotros al que cometió tal acción? Ciertamente yo, como ausente en cuerpo pero presente en espíritu, como si estuviera presente he juzgado ya al que tal cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús….. Os he escrito por carta que no os juntéis con los fornicarios. No me refiero en general a todos los fornicarios de este mundo, ni a todos los avaros, ladrones, o idólatras, pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí para que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, avaro, idólatra, maldiciente, borracho o ladrón; con el tal ni aun comáis, porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están afuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están adentro? A los que están fuera, Dios los juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Corintios 5:1-5, 9-13).
No había necesidad de llevar a este hombre a los cuatro pasos de reconciliación porque no era un creyente verdadero. Pablo se refiere a él como a alguien que se dice llamar “hermano” y como “perverso”. Además, unos versos después, Pablo escribe,
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el Reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10).
Claramente, Pablo creía que aquellos que eran inmorales, como el hombre de la iglesia de los corintios, demostraban la falsedad de su fe. Este tipo de personas no deberían ser tratadas como hermanos, y no deberían ser llevadas por los cuatro pasos de la reconciliación. Deberían ser excomulgados, es decir, entregados en las manos de Satanás, para que la iglesia no los motivara más en su pecado, y así ellos verían la necesidad de arrepentirse y poder ser “salvos en el día del Señor Jesús” (ver 1 Corintios 5:5).
En las grandes iglesias alrededor del mundo hoy en día, algunas veces existen cientos de personas que posan como cristianos, pero que desde el punto de vista bíblico no son verdaderos creyentes y deberían ser excomulgados. La Escritura claramente nos muestra que la iglesia tiene la responsabilidad de remover a los que no se arrepienten de sus fornicaciones, adulterios, homosexualidad, borracheras, y demás. Pero este tipo de personas, bajo la protección de la “gracia”, están entre los líderes de la iglesia y aconsejan a otros “creyentes” que tienen problemas similares. Esto es un insulto al poder transformador del evangelio de Jesucristo.