Bajo el viejo pacto, encontramos con frecuencia que Dios disciplinaba a la gente permitiendo que enemigos extranjeros los dominaran. Eventualmente se arrepentían y Dios les libraba de sus enemigos. Cuando ellos se negaban a arrepentirse después de años de opresión y advertencias, finalmente Dios le permitía al enemigo tomar sus tierras y desterrarlos por completo.
Bajo el nuevo pacto, es posible que Dios discipline a sus hijos desobedientes al permitir que los problemas afecten sus vidas o que sus enemigos perturben sus vidas. Por ejemplo, el pasaje que leímos al principio de este capítulo acerca de la disciplina de Dios (Hebreos 12:3-13) se encuentra dentro del contexto de los creyentes hebreos que eran perseguidos por su fe. Sin embargo, no toda la persecución es permitida debido a la desobediencia. Cada caso debe ser juzgado por separado.