También se puede preguntar, ¿si todo lo que Dios quiere es gente que le obedezca, entonces por qué nos creó con libre albedrío? ¿Por qué no creó una raza de eternos y obedientes robots?
La respuesta es porque Dios es un Padre. Él quiere tener una relación entre hijo y padre con nosotros, y no puede existir esta relación entre padre e hijo con robots. El deseo de Dios es tener una familia eterna de hijos, que han escogido, por su propia voluntad, el amarle. De acuerdo a la Escritura este era su plan predestinado:
“Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:5, énfasis agregado).
Si tú quieres saber cuanto placer le daría a Dios el tener sólo robots, tan sólo pon un títere en tu mano y pídele a ese títere que te diga cuanto te ama. No sentirás el tibio calor del amor en tu corazón, ese títere sólo dice lo que haces que él diga. Él no te ama realmente.
Lo que hace el amor tan especial es que se basa en la escogencia de alguien con una voluntad libre para escoger. Los títeres y los robots no saben nada acerca del amor porque no pueden decidir nada por ellos mismos.
Debido a que Dios quiere una familia de hijos que escogen amarle y servirle de corazón, Él tenía que crear agentes con libre albedrío. Esa decisión incluía el riesgo de que algunos agentes con libre albedrío escogieran no amarle ni servirle. Y estos agentes de libre moral, después de resistirse al llamado de Dios por toda su vida y resistirse al evangelio y a su conciencia, tendrán que encarar una pena justa, pues serán merecedores de la ira de Dios.
Ninguna persona en el infierno puede acusar justamente a Dios, porque Dios le proveyó un camino para que pudiera ser libre de su culpa y de sus pecados. El deseo de Dios para cada persona es que sea salva (ver 1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9), pero cada persona debe tomar esta decisión.