Acerca de este mismo tema, la Escritura también nos enseña acerca del conocimiento del futuro que tiene Dios de aquellos que tomarían la mejor decisión. Por ejemplo, Pedro, escribe:
“a los expatriados…. Elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre” (1 Pedro 1:1-2a, énfasis agregado).
Hemos sido escogidos de acuerdo al previo conocimiento de Dios. Pablo también escribió acerca del previo conocimiento de los creyentes:
“A los que antes conoció, también los predestinó, para que fueran hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó” (Romanos 8:29-30).
Dios tenía previo conocimiento de aquellos que escogerían creer en Jesús, y predestinó que seríamos conforme a la imagen de su hijo, llegando a ser hijos regenerados de Dios en su gran familia. Según su plan eterno, el nos llamó por medio de su evangelio, justificados (hechos justos) y últimamente glorificados en su futuro Reino.
Pablo escribió en otra carta:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:3-6, énfasis agregado).
La misma verdad se presenta aquí, Dios nos predestinó (pues ya sabía quién se iba a arrepentir y quién iba a creer) antes de la fundación del mundo para ser sus hijos santos por medio de Jesucristo.
Como ya lo mencioné, algunos alteran el significado de tales escrituras al ignorar todo lo que la Biblia enseña, diciendo que nosotros realmente no podemos escoger ser salvos, pues se supone que Dios es quien hace tal escogencia. Esto se conoce como la doctrina de “la elección incondicional”. Pero ¿quién ha escuchado o creído en esta doctrina sobre “una elección incondicional”, es decir, una elección que no se hace basada en ciertas condiciones que ya hayamos cumplido? En los países libres, nosotros elegimos a nuestros candidatos políticos basándonos en condiciones que ellos cumplen en nuestra mente. Nosotros elegimos a nuestros cónyuges basándonos en condiciones que ellos cumplen, características que los hacen deseables. Sin embargo, algunos teólogos quieren que creamos que la supuesta escogencia de Dios acerca de quién es salvo y quién no es salvo es una “elección incondicional” que no se basa en ninguna condición que la gente pueda cumplir. Por lo tanto, la salvación de los individuos sería por pura suerte, convirtiéndonos en víctimas de un monstruo cruel, injusto, hipócrita, y sin inteligencia llamado Dios. Esto es lo que dice la doctrina de la “elección incondicional”, que se contradice a sí misma, pues la misma palabra elección implica que hay una condición. Si hubiera una “elección condicional”, entonces no habría elección del todo; sería por pura suerte.