Ahora vemos el panorama completo. Dios sabía que todos pecaríamos, pero Él hizo un plan para redimirnos antes de nuestro nacimiento. Su plan revelaría su asombroso amor y justicia, y requería que su único hijo sin pecado, muriera por nuestros pecados como nuestro sustituto. Dios se propuso en su plan perdonar a aquellos que se arrepintieran y creyeran, al igual que determinó que estos llegarían a ser como su hijo Jesús, como Pablo dijo, “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).
Nosotros, que hemos nacido de nuevo como hijos de Dios, tendremos algún día cuerpos incorruptibles, y viviremos en perfecta sociedad, sirviendo, amando y compartiendo con nuestro maravilloso Padre Celestial. Viviremos en una nueva tierra y en la nueva Jerusalén. Todo esto es y será posible debido al sacrificio y la muerte de Jesús. Alabemos a Dios por su plan predestinado.