Leemos en Deuteronomio 13:1-3:
“Cuando se levante en medio de ti un profeta o soñador de sueños, y te anuncie una señal o un prodigio, si se cumple la señal o el prodigio que él te anunció, y te dice: “vayamos tras dioses ajenos, que tu conoces, y sirvámoslos”, no escucharás las palabras de tal profeta ni de tal soñador de sueños, porque Jehová, vuestro Dios, os está probando para ver si amáis a Jehová, vuestro Dios, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma” (Énfasis agregado).
Parece razonable el concluir que no fue Dios quien le dio el poder sobrenatural al profeta para obrar en señales y maravillas—debió haber sido Satanás. Ahora, Dios lo permitió y usó la tentación de Satanás como su prueba para saber qué era lo que había en el corazón de esa gente.
Este mismo principio está también ilustrado en Jueces 2:21-3:8 cuando Dios permitió a Israel ser tentado por las naciones que le rodeaban para determinar si le obedecerían o no. Jesús también, fue llevado por el Espíritu al desierto con el propósito de ser tentado por el diablo (ver Mateo 4:1) y por tanto probado por Dios. Él tenía que probar que no tendría pecado, y la única forma de probarlo era el ser sometido a prueba por la tentación.