El Desarme de los Poderes

(The Disarming of the Powers)

Esto también nos ayuda a entender lo que dijo Pablo acerca de “despojar a principados y potestades” en Colosenses 2:13-15:

“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados. Él anuló el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, y la quitó de en medio clavándola en la cruz. Y despojó a los principados y a las potestades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (énfasis agregado).

Naturalmente, Pablo usa un lenguaje metafórico en este pasaje. En la primera parte, compara nuestra deuda con un “acta de decretos”. Lo que nosotros no podíamos pagar, Cristo lo pagó por nosotros y llevó nuestros pecados/deudas a la cruz.

En la segunda parte, igual que los reyes antiguos despojaban a los vencidos de sus armas y desfilaban con ellos triunfantemente por las calles de la ciudad, así la muerte de Cristo fue un triunfo sobre “principados y potestades”, esto es, sobre los rangos bajos de demonios que lideran sobre los humanos rebeldes, llevándolos cautivos.

¿Podríamos decir, basándonos en este pasaje, que Jesús venció al diablo? Quizás, pero con algunas especificaciones. Debemos entender que en este pasaje Pablo estaba hablando metafóricamente. Y cada metáfora tiene un punto donde las similitudes se tornan en diferencias, como aprendimos antes en el capítulo de interpretación bíblica.

Para interpretar las metáforas de Pablo en Colosenses 2:13-15, debemos ser precavidos. Por supuesto, no existía “acta de decretos” alguna que tuviera nuestros pecados en ella y que fuera clavada en la cruz. Sin embargo, esto es algo simbólico de lo que Jesús hizo.

De igual manera, los demonios que reinaban sobre los no salvos no fueron literalmente despojados de sus espadas y escudos y exhibidos públicamente por Jesús en las calles. El lenguaje que Pablo usa es simbólico de lo que Jesús hizo por nosotros. Nosotros éramos prisioneros de esos demonios. Sin embargo, al morir Jesús por nuestros pecados, Jesús nos libró de esa prisión. Él no peleó literalmente en contra de esos espíritus malignos y ellos no estaban en guerra con Él. Por el justo permiso de Dios, nos tenían cautivos por completo. Sus “armamentos”, estaban dirigidos hacia nosotros, no hacia Cristo. Sin embargo, Jesús les “quitó sus armas”. Ya no nos pueden tener cautivos.

No pensemos que hubo una larga pelea entre Jesús y los demonios de Satanás, y finalmente, Jesús ganó la batalla en la cruz. Si vamos a decir que Jesús venció al diablo, debemos entender que venció al diablo para nuestro bien, no para el de Él.

Una vez eché a un perro que andaba en el patio de mi casa asustando a mi pequeña niña. Yo podría decir que vencí al perro, pero espero que entiendas que ese perro nunca fue una amenaza para mí, sólo para mi hija. Pasó lo mismo con Jesús y Satanás. Jesús espantó a un perro que nos atormentaba pero que no lo molestaba a Él en nada.

¿Cómo espantó Jesús a ese perro-Satanás? Lo hizo al llevar el castigo por nuestros pecados, redimiéndonos así de nuestra culpa ante Dios y librándonos de la ira de Dios. Por esto, los espíritus malvados, a quienes Dios justamente les había permitido esclavizar a los humanos rebeldes, no pueden continuar esclavizándonos. ¡Alabemos a Dios por eso!

Esto nos lleva a un lugar apropiado para examinar nuestro segundo mito.