La palabra huracán no se encuentra en la Escritura, pero definitivamente podemos encontrar ejemplos de vientos fuertes. Por ejemplo:
“Los que descendían al mar en naves y hacen negocio en las muchas aguas, ellos han visto las obras de Jehová y sus maravillas en las profundidades, porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso que encrespa sus olas” (Salmos 107:23-25, énfasis agregado).
“Pero Jehová hizo soplar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave” (Jonás 1:4, énfasis agregado).
“Después de esto vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra para que no soplara viento alguno sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre árbol alguno” (Apocalipsis 7:1).
Indiscutiblemente, Dios puede iniciar los vientos y detenerlos.[1]
En la Biblia entera, hay sólo una escritura que le da a Satanás el crédito por enviar un viento. Fue durante las tribulaciones de Job, cuando un mensajero le reportó a él: “un gran viento se levantó del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron (Job 1:19).
Sabemos al leer el primer capítulo del libro de Job que era Satanás el que causaba los problemas a Job. Sin embargo, no debemos olvidar que Satanás no podía hacer nada contra Job o sus hijos sin el permiso de Dios. Así que, de nuevo, vemos que Dios reina sobre el viento.
[1] Otras escrituras que prueban que Dios tiene control sobre el viento son: Génesis 8:11; Éxodo 10:13, 19; 14:21; 15:10; Números 11:31; Salmos 48:7, 78:76; 135:7; 147:18; 148:8; Isaías 11:15; 27:8; Jeremías 10:13; 51:16; Ezequiel 13:11, 13; Amós 4:9, 13; Jonás 4:8; Hageo 2:17. En muchos de estos ejemplos, Dios usa el viento como forma de juicio.