Vivimos en un mundo que ha sido maldecido por Dios, un mundo que experimenta la ira de Dios todo el tiempo. Pablo escribió, “la ira de Dios se revela [no que “será revelada“] desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18). Como aquellos que viven en medio de un mundo malvado y maldecido por Dios, no podemos escapar completamente las consecuencias de la ira de Dios, aunque esa ira no sea específicamente para nosotros.
Sabiendo esto, ¿qué debemos hacer? Primero, debemos confiar en Dios. Jeremías escribe:
“Bendito el hombre que confía en Jehová, cuya confianza está puesta en Jehová, porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17:7-8).
Note que Jeremías no dice que el hombre que confía en Jehová nunca padecerá un desastre natural, tal como una sequía. No, cuando el hambre y el calor vengan, el hombre que confía en Jehová es como el árbol que extiende sus raíces hacia las aguas. Él tiene otra fuente que le suple, aun cuando el mundo padezca a su alrededor. La historia de Elías cuando era alimentado por aves durante la hambruna de Israel nos puede servir de ejemplo (ver 1 Reyes 17:1-6). David escribió acerca del justo, “en los días de hambre será saciado” (Salmos 37:19).
Pero, ¿no son las hambrunas causadas por el diablo? No, no de acuerdo con la Escritura. Dios siempre tiene la responsabilidad y la hambruna frecuentemente se muestra como consecuencia de su ira sobre la gente que la merece. Por ejemplo.
“así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo los castigaré: los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas, morirán de hambre” (Jeremías 11:22, énfasis agregado).
“así ha dicho Jehová de los ejércitos: yo envío contra ellos espada, hambre y peste, y los pondré como los higos malos, que de tan malos no se pueden comer” (Jeremías 29:17, énfasis agregado).
“Hijo de hombre, cuando la tierra peque contra mí rebelándose pérfidamente, y extienda yo mi mano sobre ella, le corte el sustento del pan, envíe sobre ella hambre y extermine de ella a hombres y bestias…” (Ezequiel 14:13, énfasis agregado).
“buscáis mucho, pero halláis poco; lo que guardáis en casa yo lo disiparé con un soplo. ¿Por qué?, dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, mientras cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso los cielos os han negado la lluvia, y la tierra retuvo sus frutos. Yo llamé la sequía sobre esta tierra y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de sus manos” (Hageo 1:9:11, énfasis agregado).
En el cuarto ejemplo anterior, leemos que los israelitas eran culpables por la sequía debido a su pecado, pero todavía, Dios era responsable de enviarla.[1]
Si Dios envía hambruna sobre la gente injusta, y nosotros vivimos en medio de ellos, entonces debemos confiar que Dios proveerá nuestras necesidades. Pablo afirmó que el hambre no nos puede separar del amor de Cristo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada?” (Romanos 8:35, énfasis agregado). Note que Pablo no dijo que los cristianos nunca se enfrentarán al hambre, más bien explicó que los cristianos podían pasar hambre, pues él, como estudiante de la Escritura, sabía que el hambre puede ser enviada por Dios para juzgar al malvado.
[1] Para referencias adicionales acerca de Dios causando hambrunas, vea Deuteronomio 32:23-24; 2 Samuel 21:1; 24:12-13; 2 Reyes 8:1; Salmos 105:16; Isaías 14:30; Jeremías 14:12-15-16; 16:3-4; 24:10; 27:8; 34:17; 42:17; 44:12-13; Ezequiel 5:12,16-17; 6:12; 12:16; 14:21; 36:29; Apocalipsis 6:8; 18:8. Jesús dijo que Dios, enviaría lluvia sobre el justo y “sobre el injusto” (ver Mateo 5:45). Dios controla la lluvia.