Segundo, debemos ser obedientes y usar la sabiduría divina para evitar ser atrapados por la ira de Dios que se desata contra el mundo. Noé tuvo que construir el arca, Lot tuvo que esconderse en las montañas, los cristianos de Jerusalén tuvieron que huir de la ciudad; todos estos tuvieron que obedecer a Dios para evitar ser parte de la ira de Dios y su juicio contra los incrédulos.
Si yo vivo en una zona de huracanes, construiría una casa fuerte que no se destruya o una casa barata que sea fácil de reponer. Y también oraría. Cada cristiano debe orar y permanecer sensible ante aquel de quien Jesús dijo que “les hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13), y así puede evitar que la ira de Dios caiga sobre él, como cae sobre el mundo.
Leemos en Hechos 11 acerca del profeta Agabo quien advirtió de una hambruna que podía ser desastrosa para los cristianos que vivían en Judea. Consecuentemente, una ofrenda fue recibida por parte de Pablo y Bernabé para su socorro (ver Hechos 11:28-30).
¿Pueden estas cosas pasar hoy en día? Ciertamente, debido a que el Espíritu Santo no ha cambiado, y tampoco ha cambiado el amor de Dios. Sin embargo, es triste que algunos en el cuerpo de Cristo no están abiertos a tales dones y manifestaciones del Espíritu Santo, y por esto, “apagan el Espíritu” (ver 1 Tesalonicenses 5:19) y se pierden de lo mejor de Dios.
En su autobiografía, el fallecido presidente y fundador de los “hombre de negocios del evangelio completo”, Demos Shakarian, cuenta cómo Dios habló por medio de un joven profeta iletrado a los cristianos que vivían en Armenia en la segunda parte del siglo diecinueve. Él les advirtió de un holocausto que habría de venir, y como resultado, muchos cristianos pentecostales que creen en tales manifestaciones sobrenaturales, dejaron el país, incluyendo los abuelos de Shakarian. Poco después, una invasión turca a Armenia, dio como resultado la muerte de más de un millón de armenios, incluyendo a los cristianos que no atendieron la advertencia de Dios.
Debemos ser sabios, abiertos al Espíritu Santo y obedientes a Dios, o de otra manera, será bastante posible que experimentemos la ira de Dios cuando Él realmente no quiere que eso nos suceda. Elías le dijo una vez a una mujer: “Levántate, vete tú y toda tu casa a vivir donde puedas, porque Jehová ha llamado al hambre, la cual vendrá sobre la tierra por siete años” (2 Reyes 8:1). ¿Qué hubiera ocurrido si la mujer no hubiera escuchado al profeta?
En el libro de Apocalipsis leemos una interesante advertencia que Dios le hace a su pueblo para que salga de “Babilonia”, y no fueran atrapados en el juicio que Dios traería sobre ella:
“y oí otra voz del cielo, que decía: salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas, porque sus pecados han llegado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades…. Por lo cual, en un solo día vendrán sus plagas: muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego, porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga” (Apocalipsis 18:4-5, 8, énfasis agregado).
En resumen, Dios es soberano sobre el clima y sobre los desastres naturales, Dios repetidamente ha probado en la Biblia que es Señor de la naturaleza, debido a que causó los cuarenta días de lluvia durante los días de Noé, envió plagas a los enemigos de Israel, mandó un fuerte viento a la barca de Jonás, reprendió el viento en el mar de Galilea. Dios es, como Jesús dijo, “Señor del cielo y la tierra” (Mateo 11:25). Para escrituras adicionales que prueban que Dios reina sobre lo natural, vea Josué 10:11; Job 38:22-38; Jeremías 5:24; 10:13; 31:35; Salmos 78:45-49; 105:16; 107:33-37; 135:6-7; 147:7-8, 15-18; Mateo 5:45; Hechos 14:17.