En relación con estas revelaciones externas e internas, existe otra revelación interna, dada por Dios, y una que no depende de la exposición de la persona a los milagros de la creación. Esta revelación es la conciencia de cada persona, una voz que continuamente revela la ley de Dios. Pablo escribió,
“Cuando los gentiles que no tienen la Ley hacen por naturaleza lo que es de la Ley, estos, aunque no tengan la Ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la Ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándolos o defendiéndolos sus razonamientos en el día en que Dios juzgará por medio de Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Romanos 2:14-16).
Por esto, cada uno conoce lo que es malo. O para decirlo más fuertemente, cada uno conoce lo que complace a Dios y lo que no le complace, y Él responsabilizará a cada persona en el día del juicio por hacer lo que no le complace. Conforme la gente crece, ciertamente se hace más propensa a justificar su pecado e ignorar la voz de su conciencia, pero Dios nunca deja de hablar su ley dentro de ellos.