¿A Quién se Dirige el Mensaje?

(Who is Being Addressed?)

No solamente debemos de preguntarnos quién es el que está dando el mensaje de determinado pasaje bíblico, necesitamos también tomar nota de a quién se está dirigiendo el mensaje. Si no hacemos esto, podemos mal interpretar algo que no se aplica a nosotros. O, podemos interpretar algo que se aplica a nosotros, como si no se aplicara.

Por ejemplo, algunos dicen y reclaman una promesa que se encuentra en el Salmo 37, creyendo que se aplica a ellos:

“Él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:4).

Pero, ¿aplica esta promesa a todos los que la leen o la conocen? No. Si leemos el contexto, encontraremos que esta promesa sólo aplica a cierta gente que cumple con cinco condiciones:

“Confía en Jehová y haz el bien; habitarás en la tierra y te apacentarás de la verdad. Deléitate a sí mismo en Jehová y Él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:3-4).

Ahora sí vemos lo importante que es el tomar nota de a quién se dirigen los diferentes pasajes. Aquí hay otro ejemplo:

“Entonces Pedro comenzó a decirle: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos 10:28-30).

Es muy popular en algunos sitios el hablar de “la devolución del cien por el diez” cuando alguien da dinero para ayudar a sostener a un predicador del evangelio. ¿Pero aplica esta promesa a tales personas? No, esta promesa está dirigida a la gente que verdaderamente deja sus familias, tierras, o casas para predicar el evangelio, como lo hizo Pedro, el cual le preguntó a Jesús cuál sería la recompensa por esto.

Curiosamente, aquellos que siempre predican acerca de “la devolución del cien”, parecen enfocarse únicamente en las casas y tierras, y nunca en los hijos ni en las persecuciones que también fueron parte de la promesa. Por supuesto que Jesús, no estaba prometiendo que aquellos que dejaran su casa, recibirían la posesión de cien casas como recompensa. Él estaba prometiendo que cuando ellos dejan sus familias y casas, los miembros de su nueva familia espiritual abrirían sus casas para ellos. Los verdaderos discípulos no se preocupan por las posesiones, porque ellos no son dueños de nada—ellos sólo son administradores de lo que Dios les ha dado.