1) Los dones de sanidad: los dones de sanidad naturalmente se relacionan con la sanidad de personas enfermas. Con frecuencia se define como un repentino poder sobrenatural para sanar físicamente a los enfermos, y no veo ninguna razón para dudar de esto. En el capítulo anterior consideramos un ejemplo del don de sanidad manifestado a través de Jesús cuando sanó al hombre paralítico del estanque de Betesda (ver Juan 5:2-17).
Dios usó a Eliseo para sanar al leproso Naamán el sirio, quien adoraba ídolos (ver 2 Reyes 5:1-14). Como aprendimos al leer las palabras de Jesús en Lucas 4:27 concerniente a la sanidad de Naamán, Eliseo no podía sanar a cualquier leproso en cualquier momento que él deseara. De pronto, él fue inspirado sobrenaturalmente para instruir a Naamán y decirle que se sumergiera siete veces en el río Jordán y cuando Naamán obedeció, él fue limpio de su lepra.
Dios usó a Pedro para sanar al cojo en la puerta llamada la Hermosa a través de un don de sanidad (Hechos 3:1-10). No solo se dio la sanidad del hombre cojo, sino que también esta señal sobrenatural sirvió para atraer a mucha gente, quienes escucharon el evangelio por medio de Pedro, y cerca de cinco mil personas se agregaron a la iglesia ese día. Los dones de sanidad con frecuencia sirven un propósito doble, sanar a la gente enferma y traer al incrédulo a Cristo.
Cuando Pedro estaba dando su mensaje a aquellos que se reunieron ese día, él dijo:
“Israelitas, ¿Por qué os admiráis de esto? ¿O por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a este?” (Hechos 3:12).
Pedro reconoció que no era debido a ningún poder que él poseía, o por su gran santidad, que Dios lo usó para sanar al cojo. Recuerde que, sólo dos meses antes de este milagro, Pedro había negado conocer a Jesús. El sólo hecho de que Dios usara a Pedro tan milagrosamente en las primeras páginas del libro de los Hechos debe incrementar nuestra confianza de que Dios también nos usará conforme a su voluntad.
Cuando Pedro trató de explicar cómo este hombre había sido sano, es bastante improbable que él lo haya catalogado como un “don de sanidad”. Todo lo que Pedro sabía era que él y Juan habían pasado al lado de un cojo y él se sintió de pronto ungido con la fe para sanar a este hombre. Así que él mandó a este hombre a que caminara en el nombre de Jesús, tomándolo de la mano derecha y levantándolo. Y el cojo estaba “andando saltando y alabando a Dios”. Pedro lo explica de esta forma:
“Por la fe en su nombre, a este, que vosotros veis y conocéis, lo ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a este esta completa sanidad en presencia de todos vosotros” (Hechos 3:16).
¡Se requiere de una fe especial, el tomar del brazo a un hombre cojo y levantarlo esperando que camine! Juntamente con este don de sanidad en particular, también se necesitaba una gran fe para hacer esto.
Algunos han sugerido que la razón por la que este don está en plural (“dones” de sanidades) se debe a que hay diferentes dones que sanan diferentes clases de enfermedades. Aquellos que han sido usados frecuentemente con los dones de sanidad, algunas veces descubren que una enfermedad en particular es sanada con sus ministerios con más frecuencia que otras. Por ejemplo, Felipe el evangelista parecía tener un particular éxito en sanar a las personas paralíticas (Hechos 8:7). Hay algunos evangelistas del siglo pasado, por ejemplo, que tenían gran éxito en sanar a los ciegos, sordos, a la gente con problemas del corazón y demás, dependiendo de cuál don de sanidad se manifestaba a través de ellos con más frecuencia.
2) El don de fe y de hacer milagros: El don de fe y el don de hacer milagros parecen ser muy similares. En ambos dones, el individuo que es ungido de repente recibe fe para hacer lo imposible. La diferencia entre estos dos dones a menudo se describe así: con el don de fe, al individuo ungido se le da fe para recibir un milagro para él mismo, en tanto que con el don de hacer milagros, al individuo ungido se le da fe para hacer milagros en otros.
El don de fe a veces se conoce como una “fe especial” porque es un don de fe que va más allá de la fe ordinaria. La fe ordinaria viene al escuchar una promesa de Dios, mientras que la fe especial viene de una dádiva especial del Espíritu Santo. Aquellos que han experimentado este don especial de fe dicen que las cosas que parecían imposibles de pronto se volvieron posibles y, de hecho, ellos creen que es imposible el dudar. Lo mismo es verdad en cuanto al don de hacer milagros.
La historia de los tres amigos de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego nos provee un excelente ejemplo de una “fe especial” que hace imposible la duda. Cuando fueron arrojados al horno de fuego por rehusarse a adorar al ídolo del rey, fueron llenos del don de una fe especial. Se requería más que una fe ordinaria para sobrevivir a las llamas de fuego a donde habían sido arrojados vivos. Veamos la fe que estos tres hombres mostraron ante el rey:
“Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, rey, nos librará. Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:16-18, énfasis agregado).
Note que el don estaba operando aun antes de que fueran arrojados dentro del horno de fuego ardiente. No había duda en sus mentes de que Dios los iba a liberar.
Elías operó con un don de fe especial cuando fue alimentado por cuervos diariamente durante los tres años y medio de hambre en el reinado del malvado rey Acaz (ver 2 Reyes 17:1-6). Se necesita más que una fe ordinaria para confiar que Dios usaría aves para traerle comida cada mañana y cada noche. Aunque Dios no nos ha prometido en ninguna parte de su Palabra que los cuervos nos traerán comida cada día, podemos usar nuestra fe ordinaria para confiar que Dios conoce nuestras necesidades, porque esta es una promesa (Mateo 6:25-34).
El hacer milagros era algo muy frecuente a través del ministerio de Moisés. Él operó con este don cuando dividió el mar rojo (ver Éxodo 14:13-31) y cuando vinieron varias plagas a Egipto.
Jesús utilizó el don de hacer milagros cuando alimentó a los 5,000 al multiplicar unos cuantos peces y unos cuantos panes (ver Mateo 14:15-21).
Cuando Pablo hizo que Elimas el mago quedara ciego por un periodo de tiempo debido a que este trataba de interferir con el ministerio de Pablo en la isla de Chipre, esto también se puede tomar como un ejemplo de milagros (Hechos 13:4-12).